En un viaje de Valencia capital a Cullera, lugar de la costa valencia al que ya estaban casi llegando, un matrimonio sudamericano sufrió un avistamiento del que no fueron realmente conscientes. 

Era aún de día y sólo recordaban el sonido estridente de la radio y las luces que se acercaban hacia ellos cegándolos. Nada más. No recordaban nada más.

Al despertar vieron que estaban en la cuneta, con el coche en marcha y en estado de semisueño. Despertaron y siguieron su camino mientras se preguntaban qué había ocurrido.

– ¿Qué hora es? -preguntó el marido mirando su reloj.

– Las cinco. -Contestó su mujer.- Pero está parado, no puedo asegurártelo.
El hombre se dio cuenta de que su hora coincidía con el reloj de la mujer pero le extrañaba algo: la tarde estaba acabándose, se notaba en el cielo.

Llegaron a los pocos minutos a Cullera y lo primero que hizo el hombre fue entrar en una relojería:

Todos los relojes marcaban las cinco de la tarde, y como el suyo y el de su esposa, todos estaban parados. El dueño iba de uno a otro poniéndolos en marcha, dándoles cuerda, mirando las pilas.

El sudamericano se presentó y le confesó lo que le tenía preocupado, a lo que el dueño de la relojería contestó:

– Hoy ha ocurrido algo extraño, todos los relojes de la tienda se han parado a las cinco de la tarde.