La musicoterapia tiene su origen en la noche de los tiempos. Los primeros musicoterapeutas son los chamanes, médicos brujos tribales quienes comienzan a utilizar cánticos, salmodías, susurros y estructuras rítmicas repetitivas para inducir estados de conciencia a nivel colectivo con fines catárticos y religiosos. Se tienen evidencias del uso ritual de la música en casi todas las grandes culturas de la antigüedad. Los griegos y los egipcios nos cuentan acerca de los efectos psicológicos de diferentes escalas y modos musicales. De la misma manera, hindúes, chinos y japoneses antiguos, reconocen en sus ragas y modos pentatónicos, estructuras musicales aplicables a diversas actividades y estados de ánimo. A partir de tales tradiciones, durante el presente siglo se ha sistematizado el estudio de los efectos psicológicos y orgánicos de la música y se ha reconocido a la musicoterapia como vertiente terapéutica de valor concreto.

“La musicoterapia es la aplicación científica del sonido, la música y el movimiento a través del entrenamiento de la escucha y la ejecución sonora, integrando así lo cognitivo, lo afectivo y lo motriz, desarrollando la conciencia y potenciando el proceso creativo. Así podemos facilitar la comunicación; promover la expresión individual y  favorecer la integración social».

Como resumen podemos decir:

La música como medio de expresión y de comunicación favorece el desarrollo emocional, mejora de un modo considerable las percepciones, la motricidad y la afectividad de la persona.

La musicoterapia hace uso de sonidos, trozos musicales y estructuras rítmicas para conseguir diferentes resultados terapéuticos directos e indirectos a nivel psicológico, psicomotriz, orgánico y energético.

Se consigue mayor equilibrio psicofísico y emocional. Consigue que se establezca una comunicación a través del arte y ésta es más inmediata y profunda que la palabra.

Funciones de la musicoterapia

Uno de los usos cotidianos más difundidos de la musicoterapia es la regulación del estado de ánimo. Utilizamos trozos musicales para alegrarnos en la depresión o para calmarnos en medio de estados de excitación producidos por la rabia, el estrés o el temor.

También podemos utilizar trozos musicales para mejorar el aprendizaje, ejercicios rítmicos para mejorar la coordinación y la resistencia física. La música, bien empleada, puede facilitar el contacto con bloqueos emocionales concretos y producir la catarsis necesaria para la resolución del conflicto.

A través de la música podemos modificar algunas respuestas psicofisológicas que se registran en diferentes parámetros: ritmo cardíaco, amplitud respiratoria, reflejo psicogalvánico, etc.

La música es la más social de todas las artes, ha sido experiencia común de todos los tiempos. En sí misma es una poderosa influencia integradora, aporta un sentimiento de orden, de tiempo y de continuidad, los sonidos que penetran dentro del grupo son percibidos por todos, creando un clima emocional. Fomenta la relación y socialización a través de la experimentación y ejecución conjunta.

Fomenta la expresión emocional y comunicación, el sonido de la música nos recuerda o refleja emociones y acontecimientos no musicales. Sin embargo, a veces podemos dar una respuesta emocional a una música que no hemos oído antes. Son las características estructurales de la propia música, como oposición a las asociaciones extramusicales, las que provocan sentimientos y emociones.

Además de comunicar emociones, la música lleva significado simbólico. Los símbolos expresados con la música actúan diferente según el contexto cultural.

Por último, se utiliza como goce estético y diversión. La música consta de ambos sentidos en todas las culturas y ambas funciones cumplen necesidades humanas importantes. Según E. Thayer Gaston, el envolvimiento en una experiencia musical que contenga un valor estético puede contribuir por sí misma a la mejora de la autoestima y autorrealización.

Principios fundamentales de la musicoterapia

  • La música es lenguaje del tiempo, es decir, nos aplica su tiempo a quienes la oímos. Es activa, fluyente, sin marcha atrás posible, discursiva y ordenada: su sentido nace por la ordenación de los sonidos. La música se ordena según un principio general de repetición, con tres ideas básicas de organización musical: la simetría, el contraste y la variación. De esta manera surge el ritmo, la melodía y las secuencias; todo ello es el fundamento de la forma de la música.
  • Nuestra memoria reproduce la forma, sigue los recorridos que dibujan los sonidos. El compositor puede sorprendernos, provocarnos, jugar con nosotros, pues nuestra misión como oyentes es la de relacionar unos con otros los momentos de la obra y seguir expectantes una dirección.
  • Accedemos a un nivel de entendimiento intuitivo y sensible, sólo su contenido está abierto a interpretación, ya que el significado de la música asoma por el juego que se establece entre sus elementos. El código de signos del que se sirve no nos expresa nada fuera de sí mismo, incluso tenemos la necesidad del conocimiento de dicho código, de su retórica y vocabulario si queremos comprender lo que nos expone.
  • La música, arte y ciencia a la vez, es un tipo de expresión universal que nos habla íntimamente a cada uno de nosotros, y que su campo de expresión no conoce límite alguno: puede expresar tanto tragedia como serenidad, alegría o tristeza; esa expresión emotiva es transmitida por medio de símbolos que liberan la función auditiva, tanto emocional, como afectiva e intelectualmente.

  • Hay músicas que se nos presentan a veces como una trama de ideas literarias y/o imágenes mentales, que se evocan o recuerdan por medio del sonido: son las descriptivas o de programa. Otras son impresionistas o sugestivas: simplemente con un título pictórico o literario, definen un estado de ánimo.
  • La música goza de propiedades únicas para conmovernos tanto emotiva como físicamente, de filtrarse por lo más íntimo de nuestra razón, de asombrar a nuestro cerebro y abrir las puertas hacia la maquinaria que rige nuestros sentimientos y emociones.

Áreas de intervención

–        Psicosis

–        Autismo

–        Enfermedades Psicosomáticas

–        Neurosis

–        Geriatría

–        Bulimia – Anorexia

–        Discapacidad motora

–        Discapacidad sensorial

–        Rehabilitación

–        Drogadicción

–        Embarazo

–        VIH

–        Enfermedades Terminales

–        Cirugía

–        Terapia Intensiva

¿Cómo es la musicoterapia?

  • Debe tener conocimientos médicos, psicológicos, pedagógicos y musicales, pero sin llegar a ser médico, músico, etc.… El músicoterapeuta debe dedicarse únicamente a la musicoterapia y por lo tanto reciben una formación específica.
  • Debe de ser ante todo terapeuta, con gran conocimiento teórico y práctico del mundo sonoro, musical y del movimiento. Para realizar bien la musicoterapia es necesario que el terapeuta después de su formación se someterá a un tratamiento psicológico enfocado al conocimiento y consciente de los aspectos inconscientes profundos y, por el otro, a un tratamiento músico terapéutico didáctico, esto permite prevenir:
  • Conflictos severos del alumno. Una vez comenzada las sesiones de musicoterapia se realizarán controles clínicos psicológicos periódicos.