Cómo hacer un broche con globos

Cómo hacer un broche con globos

Material:

–       Globos de agua

–       Imperdible grande

–       Tijeras

Desarrollo:

Primero recortamos, alrededor de 20 boquillas de los globos pequeños, con eso será con lo que vamos a hacer nuestro broche. Una vez recortadas vamos enganchándolos en el imperdible, intercalando los colores como más nos guste.

Y así de sencillo tenemos nuestro broche de globos hecho.

Juegos del mundo

Juegos del mundo

Sebahá layur (Marruecos)

Se apilan siete piedras a siete pasos de distancia de una línea trazada en el suelo. Los jugadores se dividen en dos equipos, uno será el atacante y el otro el defensor. El primer jugador del equipo atacante lanza un zapato desde la línea tratando de derribar, al menos, una de las piedras de la torre. Si no lo consigue lanza otro jugador de su equipo y así sucesivamente hasta que todos hayan fallado. En este caso ambos grupos intercambian sus papeles.

Si un jugador del equipo atacante logra derribar algún taco de la torre, todos salen corriendo. El primer jugador atacante que se hace con el zapato grita: «¡Sbet!» («¡Alto!») y todos se detienen, entonces lanza el zapato contra algún jugador del otro equipo, el cual no puede moverse. Si le da, ambos grupos intercambian sus papeles; en caso contrario, el juego se reinicia de la misma manera.

Mata (Portugal)

Los jugadores se disponen en círculo y se pasan una pelota a la vez que van contando: 1, 2, 3…, hasta 5. La quinta persona que recibe la pelota trata de dar con ella a cualquiera de los otros que aprovecharán para escapar el intervalo desde que el 4º jugador suelta la pelota hasta que el 5º la recibe. Si la pelota lanzada impacta en alguien, ese jugador se elimina; en caso contrario, lo hace el que lanzó. El objetivo del juego es quedar el último.

Matambulú (Etnia Himba – Angola, Namibia)

Los jugadores se reparten formando equipos de uno a tres jugadores. Un equipo se defiende y el otro ataca, ambos equipos se disponen frente a frente separados una cierta distancia. Cada jugador del equipo que defiende lleva un bate en cada mano. El equipo atacante lanza pelotas blandas contra los jugadores del equipo defensor que se defienden esquivándolas o golpeándolas con sus bates. Cuando una pelota golpea el cuerpo de un jugador defensor, éste permanece en el suelo haciéndose el muerto. Cuando todos los jugadores han sido alcanzados, los dos equipos intercambian sus papeles.

 

Takgro (Tailandia)

Todos los jugadores se colocan de pie formando un círculo, normalmente un jugador ocupa el centro del mismo aunque no es imprescindible. El objetivo del grupo es mantener una pelota en el aire, tanto tiempo como puedan, golpeándola con cualquier parte de su cuerpo excepto sus brazos. Un mismo jugador puede golpear varias veces consecutivas la pelota.

Palo seco (España)

Un jugador se la queda y hace de lanzador. El resto se sitúan en cadena, tocándose. El último de la cadena toca un palo situado en el suelo. El primero de la cadena toma un bate y golpea una pelota lanzada por el que se la queda.

Para ello tiene tres intentos. Si falla pasa a ayudar al que se la queda. Si acierta corre de base en base mientras el que se la queda recupera la pelota y toca con ella el palo depositado en el suelo; si en ese momento hay algún jugador fuera de las bases, dicho jugador se une al que se la queda. Cuando una persona recorre todas las bases se coloca al final de la cadena. El juego finaliza cuando no quedan personas para batear.

Ajutatut (Indios Inuit – Canadá, Estados Unidos)

Los jugadores forman un círculo, de pie o de rodillas, y colocan una mano en su espalda. El objetivo del juego es que una pelota vaya pasando de un jugador al de su derecha, golpeándola con la palma de la mano libre y evitando que caiga al suelo. Lógicamente no está permitido agarrar la pelota en ningún momento. A veces los jugadores cuentan el número de vueltas que la pelota da antes de caer al suelo.

Barba Azul

Barba Azul

Érase una vez un hombre que tenía hermosas casas en la ciudad y en el campo, vajilla de oro y plata, muebles forrados en finísimo brocado y carrozas todas doradas. Pero desgraciadamente, este hombre tenía la barba azul; esto le daba un aspecto tan feo y terrible que todas las mujeres y las jóvenes le arrancaban.

Una vecina suya, dama distinguida, tenía dos hijas hermosísimas. Él le pidió la mano de una de ellas, dejando a su elección cuál querría darle. Ninguna de las dos quería y se lo pasaban una a la otra, pues no podían resignarse a tener un marido con la barba azul. Pero lo que más les disgustaba era que ya se había casado varias veces y nadie sabía qué había pasado con esas mujeres.

Barba Azul, para conocerlas, las llevó con su madre y tres o cuatro de sus mejores amigas, y algunos jóvenes de la comarca, a una de sus casas de campo, donde permanecieron ocho días completos. El tiempo se les iba en paseos, cacerías, pesca, bailes, festines, meriendas y cenas; nadie dormía y se pasaban la noche entre bromas y diversiones. En fin, todo marchó tan bien que la menor de las jóvenes empezó a encontrar que el dueño de casa ya no tenía la barba tan azul y que era un hombre muy correcto.

Tan pronto hubieron llegado a la ciudad, quedó arreglada la boda. Al cabo de un mes, Barba Azul le dijo a su mujer que tenía que viajar a provincia por seis semanas a lo menos debido a un negocio importante; le pidió que se divirtiera en su ausencia, que hiciera venir a sus buenas amigas, que las llevara al campo si lo deseaban, que se diera gusto.

-He aquí -le dijo- las llaves de los dos guardamuebles, éstas son las de la vajilla de oro y plata que no se ocupa todos los días, aquí están las de los estuches donde guardo mis pedrerías, y ésta es la llave maestra de todos los aposentos. En cuanto a esta llavecita, es la del gabinete al fondo de la galería de mi departamento: abrid todo, id a todos lados, pero os prohíbo entrar a este pequeño gabinete, y os lo prohíbo de tal manera que si llegáis a abrirlo, todo lo podéis esperar de mi cólera.

Ella prometió cumplir exactamente con lo que se le acababa de ordenar; y él, luego de abrazarla, sube a su carruaje y emprende su viaje.

Las vecinas y las buenas amigas no se hicieron de rogar para ir donde la recién casada, tan impacientes estaban por ver todas las riquezas de su casa, no habiéndose atrevido a venir mientras el marido estaba presente a causa de su barba azul que les daba miedo.

De inmediato se ponen a recorrer las habitaciones, los gabinetes, los armarios de trajes, a cual de todos los vestidos más hermosos y más ricos. Subieron en seguida a los guardamuebles, donde no se cansaban de admirar la cantidad y magnificencia de las tapicerías, de las camas, de los sofás, de los bargueños, de los veladores, de las mesas y de los espejos donde uno se miraba de la cabeza a los pies, y cuyos marcos, unos de cristal, los otros de plata o de plata recamada en oro, eran los más hermosos y magníficos que jamás se vieran. No cesaban de alabar y envidiar la felicidad de su amiga quien, sin embargo, no se divertía nada al ver tantas riquezas debido a la impaciencia que sentía por ir a abrir el gabinete del departamento de su marido.

Tan apremiante fue su curiosidad que, sin considerar que dejarlas solas era una falta de cortesía, bajó por una angosta escalera secreta y tan precipitadamente, que estuvo a punto de romperse los huesos dos o tres veces. Al llegar a la puerta del gabinete, se detuvo durante un rato, pensando en la prohibición que le había hecho su marido, y temiendo que esta desobediencia pudiera acarrearle alguna desgracia. Pero la tentación era tan grande que no pudo superarla: tomó, pues, la llavecita y temblando abrió la puerta del gabinete.

Al principio no vio nada porque las ventanas estaban cerradas; al cabo de un momento, empezó a ver que el piso se hallaba todo cubierto de sangre coagulada, y que en esta sangre se reflejaban los cuerpos de varias mujeres muertas y atadas a las murallas (eran todas las mujeres que habían sido las esposas de Barba Azul y que él había degollado una tras otra).

Creyó que se iba a morir de miedo, y la llave del gabinete que había sacado de la cerradura se le cayó de la mano. Después de reponerse un poco, recogió la llave, volvió a salir y cerró la puerta; subió a su habitación para recuperar un poco la calma; pero no lo lograba, tan conmovida estaba.

Habiendo observado que la llave del gabinete estaba manchada de sangre, la limpió dos o tres veces, pero la sangre no se iba; por mucho que la lavara y aún la resfregara con arenilla, la sangre siempre estaba allí, porque la llave era mágica, y no había forma de limpiarla del todo: si se le sacaba la mancha de un lado, aparecía en el otro.

Barba Azul regresó de su viaje esa misma tarde diciendo que en el camino había recibido cartas informándole que el asunto motivo del viaje acababa de finiquitarse a su favor. Su esposa hizo todo lo que pudo para demostrarle que estaba encantada con su pronto regreso.

Al día siguiente, él le pidió que le devolviera las llaves y ella se las dio, pero con una mano tan temblorosa que él adivinó sin esfuerzo todo lo que había pasado.

-¿Y por qué -le dijo- la llave del gabinete no está con las demás?

-Tengo que haberla dejado -contestó ella- allá arriba sobre mi mesa.

-No dejéis de dármela muy pronto -dijo Barba Azul.

Después de aplazar la entrega varias veces, no hubo más remedio que traer la llave.

Habiéndola examinado, Barba Azul dijo a su mujer:

-¿Por qué hay sangre en esta llave?

-No lo sé -respondió la pobre mujer- pálida corno una muerta.

-No lo sabéis -repuso Barba Azul- pero yo sé muy bien. ¡Habéis tratado de entrar al gabinete! Pues bien, señora, entraréis y ocuparéis vuestro lugar junto a las damas que allí habéis visto.

Ella se echó a los pies de su marido, llorando y pidiéndole perdón, con todas las demostraciones de un verdadero arrepentimiento por no haber sido obediente. Habría enternecido a una roca, hermosa y afligida como estaba; pero Barba Azul tenía el corazón más duro que una roca.

-Hay que morir, señora -le dijo- y de inmediato.

-Puesto que voy a morir -respondió ella mirándolo con los ojos bañados de lágrimas-, dadme un poco de tiempo para rezarle a Dios.

-Os doy medio cuarto de hora -replicó Barba Azul-, y ni un momento más.

Cuando estuvo sola llamó a su hermana y le dijo:

-Ana, (pues así se llamaba), hermana mía, te lo ruego, sube a lo alto de la torre, para ver si vienen mis hermanos, prometieron venir hoy a verme, y si los ves, hazles señas para que se den prisa.

La hermana Ana subió a lo alto de la torre, y la pobre afligida le gritaba de tanto en tanto:

-Ana, hermana mía, ¿no ves venir a nadie?

Y la hermana respondía:

-No veo más que el sol que resplandece y la hierba que reverdece.

Mientras tanto Barba Azul, con un enorme cuchillo en la mano, le gritaba con toda sus fuerzas a su mujer:

-Baja pronto o subiré hasta allá.

-Esperad un momento más, por favor, respondía su mujer; y a continuación exclamaba en voz baja: Ana, hermana mía, ¿no ves venir a nadie?

Y la hermana Ana respondía:

-No veo más que el sol que resplandece y la hierba que reverdece.

-Baja ya -gritaba Barba Azul- o yo subiré.

-Voy en seguida -le respondía su mujer; y luego suplicaba-: Ana, hermana mía, ¿no ves venir a nadie?

-Veo -respondió la hermana Ana- una gran polvareda que viene de este lado.
-¿Son mis hermanos?

-¡Ay, hermana, no! es un rebaño de ovejas.

-¿No piensas bajar? -gritaba Barba Azul.

-En un momento más -respondía su mujer; y en seguida clamaba-: Ana, hermana mía, ¿no ves venir a nadie?

-Veo -respondió ella- a dos jinetes que vienen hacia acá, pero están muy lejos todavía… ¡Alabado sea Dios! -exclamó un instante después-, son mis hermanos; les estoy haciendo señas tanto como puedo para que se den prisa.

Barba Azul se puso a gritar tan fuerte que toda la casa temblaba. La pobre mujer bajó y se arrojó a sus pies, deshecha en lágrimas y enloquecida.

-Es inútil -dijo Barba Azul- hay que morir.

Luego, agarrándola del pelo con una mano, y levantando la otra con el cuchillo se dispuso a cortarle la cabeza. La infeliz mujer, volviéndose hacia él y mirándolo con ojos desfallecidos, le rogó que le concediera un momento para recogerse.

-No, no, -dijo él- encomiéndate a Dios-; y alzando su brazo…

En ese mismo instante golpearon tan fuerte a la puerta que Barba Azul se detuvo bruscamente; al abrirse la puerta entraron dos jinetes que, espada en mano, corrieron derecho hacia Barba Azul.

Este reconoció a los hermanos de su mujer, uno dragón y el otro mosquetero, de modo que huyó para guarecerse; pero los dos hermanos lo persiguieron tan de cerca, que lo atraparon antes que pudiera alcanzar a salir. Le atravesaron el cuerpo con sus espadas y lo dejaron muerto. La pobre mujer estaba casi tan muerta como su marido, y no tenía fuerzas para levantarse y abrazar a sus hermanos.

Ocurrió que Barba Azul no tenía herederos, de modo que su esposa pasó a ser dueña de todos sus bienes. Empleó una parte en casar a su hermana Ana con un joven gentilhombre que la amaba desde hacía mucho tiempo; otra parte en comprar cargos de Capitán a sus dos hermanos; y el resto a casarse ella misma con un hombre muy correcto que la hizo olvidar los malos ratos pasados con Barba Azul.

Pajitas para Halloween

Pajitas para Halloween

Materiales

  • Pajitas
  • Folios o cartulina
  • Rotuladores
  • Tijeras
  • Pegamento

Desarrollo

Para hacer las pajitas de Halloween tenemos que pensar en los dibujos que queremos para adornarlas. Una vez pensados, los dibujamos y doblamos el para copiarlos seguidos, dejando un trozo de folio o cartulina para enrollarlo en la pajita. Una vez que lo tenemos recortado por los dos lados, los pintamos y  los pegamos, dejando un pequeño cilindro para la pajita. Metemos la pajita y ya tenemos decorada la mesa.

Murciélagos

Murciélagos

Materiales

  • Goma eva
  • Pegamento
  • Tijeras
  • Pinza de ropa
  • Témpera y pincel

 

Desarrollo

Vamos a hacer unos murciélagos para acornar nuestra habitación. Primero cogemos la pinza y la pintamos del color que queramos, la dejamos secar.

Después recortamos en goma eva una alas de murciélago como las que aparecen en la imagen. Cuando esté seca la pinza, solo tenemos que pegarla a la goma eva. Ya tenemos nuestro murciélagos para poner en marcos de fotos, colgados con hilo, en las cortinas de casa, etc.